lunes, 6 de noviembre de 2017

LA PESTE




—Tío Bob, cuando las cosas se complican tanto que no hay solución, ¿usted qué hace?
—Sr. Fitzgerald —me dijo—, cuando las cosas se ponen así, yo trabajo.
Francis Scott Fitzgerald 





Una de las cosas que más me molesta de la situación actual es que nos está absorbiendo la vida propia, los espacios en los que podíamos perdernos sin temor a que, mientras andabas entretenido por ahí, llegara un cataclismo absoluto y te reventara el modo de vida. La política embrutece. Son tiempos de odios y desprecios, de negaciones y poco sentido común. Vivir desde la resistencia a caer en el rebuzno colectivo, intentando que nada de todo lo que viene de fuera se convierta en lo único que nos ocupa el espacio de dentro. Intento tranquilizarme pensando en que todo es pasajero y que el tiempo, más pronto que tarde, nos devolverá a ese momento en que podíamos aburrirnos sin tener en la cabeza la idiocia constante de unos cuantos. Algunos días cuesta dormir. Es imposible conciliar el sueño entre brumas histéricas y futuros imprecisos. Todo tiene un precio y de momento se lleva las horas se sueño haciéndonos vivir en una permanente vigilia de desconcierto e inseguridad.  Llueve en Barcelona como es habitual en noviembre. Tan habitual que, pese a todo, no me cuesta imaginarme frente a la ventana, hilvanando cuatro notas que al final nunca llevan a nada. Pero ahora solo espero que llegue el día en que sea sencillo volver a sentarse frente al ordenador y dejar cuatro cosas escritas sin mayor pretensión que reinterpretar la vida como se pueda. Mientras, y en tanto no llegan de nuevo esos días, reseguiré con el dedo la única gota de lluvia que ahora mismo recorre la ventana en busca de un final que se antoja lejano y olvidaré que esta noche, quizá, tampoco sea posible dormir.


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