lunes, 21 de agosto de 2017

RUIDO


Si el mundo ha de cambiar para mejor debe empezar con un cambio en la conciencia humana.
Václav Havel





Era cuestión de tiempo y llegó. Barcelona se ha convertido en el centro del huracán y del terror. Y todos lo sabíamos, si queríamos saber, si decidimos no hacer oídos sordos a la amenaza en la que vivimos los países occidentales y engañarnos con el “buenismo” de la ciudad cosmopolita y de acogida que algunos creen que protege de algo. Y desde entonces, hasta hoy, el ruido mediático es espectacular. He leído de todo aunque he escuchado bastante menos, quizá porque el atentado me cogió en Holanda y aunque la misma sombra se cierne sobre cualquiera que camine por sus calles, cuando lo negro llama en la puerta de al lado solo respiras y sigues, supongo que por eso nadie hablaba de ello. Desde entonces y ya de vuelta, algo me remueve las tripas y creo que es ese ruido que embrutece y ensucia los oídos a base de las locuras y majaderías de algunos que son capaces de sacar rédito al miedo y al dolor de otros; el ruido de los que justifican lo injustificable y que nos provocan la arcada al resto; el ruido de la vida que se tambalea junto a la inseguridad de no saber qué puede pasar mañana. Pero mañana saldremos a la calle a caminar, a seguir viviendo con cierta normalidad porque nos lo debemos, porque se lo debemos a los muertos vengan de donde vengan, y porque la compasión por las víctimas y sus familias no debe quedar ahogada por el ruido de algunos que juegan a un repugnante ventajismo, ni por el del salvajismo asesino de otros que merecen menos que cero.



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